Control de Lectura 1
MONSIVAIS, Carlos (2004) Elogio (innecesario) de los libros.
Qué es sino la lectura lo que nos hace hombres. Esa emocionante sensación de emboscar a las palabras, una a una, hasta que las páginas se nos terminen en un vago intento por retenerlas en la memoria.
Es en el lector donde las letras encuentran su utilidad para, desinteresadamente, establecer su existencia. Pero si la actualidad orienta, mas no obliga, a fragmentar la mente y con ello la experiencia de dejarse llevar por un libro ¿dónde queda esa jornada humana llamada lectura?
Para el escritor Carlos Monsiváis la inconexa relación entre un mexicano poco familiarizado con la larga tradición literaria que, como afirma, lo empuja, sumada a la influencia irreprochable del ambiente en que ha de criarse y a los sistemas de gobierno bajo los que vive, lleva a la ausencia de lectores y, en el mejor de los casos, a la proliferación de analfabetos funcionales.
La devaluación intencional del libro es el más importante, o al menos, el primer obstáculo con el que el mexicano promedio se encuentra en la búsqueda del goce y el hábito de la lectura. Después se agolpan varias razones que Monsiváis señala categóricamente:
· Deficiente educación.
· Desvalorización del libro, de la lectura que con los años escolares se torna en no más que un mero trámite.
· Indiferencia hacia la importancia de la lectura como una estructura personal del conocimiento.
· Dificultades adquisitivas crecientes, generalizadas por la clase burocrática.
· Satanización de la lectura como algo “aburrido” “inútil” o “difícil”.
La globalización que por un lado, nos orienta a la unificación y al consumo de estándares literarios delineados con la pluma del “negocio” y por el otro, hace asequible la publicación de más obras no ha logrado, si es que lo intenta, avivar el hábito del lector.
Afirma Monsiváis “en cualquier sociedad sólo la minoría lee”[1] ¿Dónde está el error o el encanto para que sólo un puñado de personas sean gustosas al hacerlo?
La paulatina barrera que, por elección quizá, construimos alrededor de formas de pensamiento que requieran mayor reflexión y contemplación como lo es la lectura, nos deshumaniza. “La ventaja de frecuentar lo impreso no consiste en la superioridad sobre los demás sino en el cambio interno” añade el escritor ganador del premio “Xavier Villaurrutia”, por Los rituales del caos en 1995.
Anclado en la constante interrupción que significa estar frente a un monitor, donde diversos estímulos exigen su atención, el potencial lector desarrolla lo que Monsiváis llama el “culto a los fragmentos” y porque no, por añadido, la sumisión al universo de la imagen, la iconosfera que sugiere sumergirse en textos que sólo requieran atención distraída, trunca.
Y es que nada es comparable con la experiencia de abrir un libro y abstraerse en él, ceñirse a un momento en que no hay nada más que sus páginas. Es deber así de la minoría que está hecha de letras invitar a esta experiencia, como Alberto Ruy Sánchez apunta “la lectura no se exige, se ofrece”; dejémoslo claro: Haga usted el favor de leer.
[1] MONSIVAIS, Carlos (2004) Elogio (innecesario) de los libros, en Revista número, Nro. 41, Bogotá, Colombia.
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