25 marzo 2012

Exiliar la vergüenza


En los límites de la parsimonia, del juego espectador-película, ahí está "Shame". La segunda cinta del director inglés Steve McQueen, de aquél que se hiciera de un nombre en el cine gracias a su aclamado -y para alguno que otro distraído, aburrido- plano secuencia de 17 minutos en su ópera prima "Hunger", olvida la perfeccion técnica de su predecesora para abrir paso a la dureza del cuerpo, del sexo. 

La dirección de McQueen fusiona lo febril de la adicción al sexo de su protagonista, Brandon - interpretado por Michael Fassbender, otrora "numen histriónico" del inglés- con una cámara directa, dura, capaz de sostener con su inacción el deseo de Brandon a través de un travelling de éste corriendo por una calle de Nueva York.



Si bien Fassbender ha demostrado ser capaz de sobrellevar el peso escénico de producciones hollywoodenses (X-Men: First Class) y de cintas de corte independiente, cuasi "de arte" ("Angel", "Fish Tank"), su interpretación en "Deseos culpables"- como ociosamente decidieron titular el largometraje en nuestro país -destaca por su contención emocional que, libre en dos o tres escenas de llanto, resuelve lo agudo de una vida consumida por el sexo.

Y es ahí, donde el elemento clave entra en juego: el cuerpo. La C asignada en su clasificación, anuncia ya los primeros cortes de "Shame": el desnudo frontal de Fassbender se suma a puñado de escenas sexuales, algunas demasiado rebuscadas, en las que la ausencia de una entidad de posesión total del cuerpo, termina por velar el tono moralizador que la temática de la cinta podría insinuar. 

McQueen cuida a detalle el no ser complaciente con su espectador, nada es gratuito. El pasado de Brandon y de su hermana Sissy- personaje que irrumpe y extrapola el encierro corporal y mental del primero y que confirma el ingenuo talento de la británica Carey Mulligan- es prácticamente desconocido. La narrativa de "Shame" es un eterno presente, donde el olvido aparece cuando ya no hace falta. 

McQueen, Mulligan y Fassbender en filmación.


El también escultor y fotografo declaró sobre su segunda cinta: "Quería contar una historia de un modo que resultase familiar, que no fuera como si estuvieses viendo a un marciano, pero es obvio que hablamos de algo extraordinario: un hombre que necesita aliviarse 40 veces al día, que puede estar 72 horas seguidas viendo porno. Es alguien que es guapo, tiene dinero y un buen trabajo, y sin embargo se construye su propia prisión a través de su relación con el sexo, una prisión sin barrotes". 

McQueen se sirve del cuerpo; si en "Hunger" Bobby Sands lo utiliza como herramienta de lucha, para el Brandon de "Shame", resulta una batalla pérdida. 



En suma, el austero guión del propio McQueen no tiene de dónde sujetarse, no puede ponerse en marcha hasta que se ha dividido en la unidad de la experiencia; del cuerpo; de las impasibles tomas; de la música- tal vez pretenciosa- de Bach; de los encuadres de la nuca de sus protagonistas. Porque se entiende que, paradójicamente, nada en "Shame" motiva los juicios de la vergüenza. 

16 noviembre 2011

Era demasiado amor


I. 
Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiada alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta.         

Era demasiado amor, aniquilaba el criterio, sometía la razón. Era tan grande que se desbordaba. Sin control. Febril. Convulsionado. Y una vez que estuvo roto, nadie lo lamento. Nadie lo lloró. Tú seguiste tu vida. Yo me conforme con la mía. Acaso así eran las cosas; acaso así quisimos que fueran.

No, no lo permitimos.  Nada ganaríamos con culparnos. Sólo queda contar. Contar nuestra historia. Expulsar del olvido lo que alguna vez sentimos.             
  
Quizá sólo éramos muy jóvenes. Nunca lo sabremos.
Tal vez pedí demasiado. Pero yo te daba todo.
Quizá nunca supiste si me querías. Y nunca exigí que lo hicieras.
Tal vez nos sobraba cobardía. Nos conocíamos demasiado.

II.
Se rompió. A cuentagotas se extinguió. Lento el desembarque, rápida la nostalgia. Quisimos extender su existencia con nuestros silencios, con las prolongadas miradas, con las caricias “sin intención”, siempre subterráneas, como si tocarnos confirmará al mundo eso que tanto sentíamos, que tanto callábamos.  Pero era imposible, los sentimientos agonizan en el mutismo.  ¿Qué nos hizo callar?

El destino, el destino lo inspiró todo. Encontrarnos no fue difícil. La maniquea orquestación que pone en el mismo camino a dos que se aman, a dos que no pueden ser. Nada más triste que los cuerpos que se suceden a destiempo. ¿Dónde dejamos eso que imaginamos cuando nos miramos por primera vez?

En lo no dicho, seguramente, en lo no dicho se anclo el tiempo perdido, los recuerdos no acabados. La mancuerna perfecta.  ¡Vaya! Que no hubo que esforzarse para no ser. ¿A quién le dimos gusto?

A ellos, a ellos les corresponde narrarnos. Porque nosotros ya no estamos. Cuando colapsó permanecíamos dentro, ahí morimos, pero el amor no. Era demasiado amor. Más fuerte que su historia. Demasiado engreído. Abrumaba. Consentía. Colmaba ¿Qué pudimos hacer con él?

Una vida. Una vida juntos.



*Relato a partir de íncipit del libro Castillos de Cartón de Almudena Grandes, España: Tusquets. (2009).

Imposible


Y no hay manera de amar, sin decirnos toda la verdad. Por eso escribo esto.  Estoy obligado a despegar. Las paredes son despiadadas, no ocultan nada. No sofocan el ansia, la culpa. 

“Cometamos tantos errores como podamos, algún día, cuando queramos algo, lo sabremos”, siempre lo decías. Yo callaba y dejaba que las cosas siguieran, que las malformaciones de un sentimiento fundado en la ignominia me dominaran.

¿Qué pude haber hecho? Aún no lo sé, y la verdad es que tampoco tuve ganas de saberlo, ya los dos sabíamos que, como nuestro amor, pocos: tan eternos que terminan antes de comenzar.

¿Sabes cuántos años tenía creyendo que no existías? Lo sé, tampoco te interesa, vos siempre ocupada al frente del escenario, alguien tenía que dirigir a ese grupo de traumados que encubrían su ruina autonombrándose “optimistas”, y esa eras tú, pequeña.  Yo, siempre del otro lado, escuchándote, deseándote, adorándote. Y ahora heme aquí, trabado, intentando no sofocarte con mis palabras, te tengo para mí pero no puedo, pero no quiero, porque…

Hoy decidí presentarme. Saliste por la puerta trasera del bar como siempre, ataviada con ese abrigo que le agrega unos kilos a tu etérea silueta, caminaste algunos pasos y entonces, aparecí. Nada sucedió, ¿verdad? El sufrimiento en tu rostro, mi mano contra tu cuello. Nada sucedió, ¿verdad? Las lágrimas en las mejillas, tus pies rascando el suelo en busca de ayuda, mis dedos sintiendo el último calor de tu cuerpo.

Nada sucedió, me repito, pero lo sé, es imposible matarte toda hoy y simular, que te           soñé…

Canción: Imposible
Grupo: CAPO
LP: Un corazón se quema (2010)




26 octubre 2011

FICM 2011

Día 5

Béla Tarr en la premier de su cinta "El caballo de Turín"

Cinepolis Centro, sede del FICM















Día 6

Béla Tarr en sesión de preguntas después de la proyección de su cinta "Satantango"

El actor guanajuatense Fernando Noriega en la alfombra roja de la película "The loneliest planet"


















Catedral de la ciudad de Morelia
Día 7

Julia Loktev y Gael García Bernal en conferencia "The loneliest planet"
Everardo Gout y el elenco de su ópera prima "Días de gracia"













FICM 2011
Morelia

FICM 2011

Día 2
Vista desde Cinepolis Morelia Centro 
Bruno y Demián Bichir en la presentación de la cinta "The Runway"















Día 3

Volker Schlöndorf al recibir la Medalla Filmoteca UNAM de manos de  Daniela Michel, directora del FICM



Día 4

La directora Paula Markovitch (negro) con el equipo de su cinta "El Premio", galardonada como el Mejor Largometraje Mexicano durante el FICM 

Homenaje a Damián Alcázar


28 agosto 2011

Hay lugar para la duda

Inquietante. La “Miss Bala” del mexicano Gerardo Naranjo, constituye un punto de inflexión tanto en la filmografía del director como en la del cine nacional.

Lejos de los elogios recibidos tras su paso por Cannes, o de su inminente presencia en festivales de renombre como el de Toronto, San Sebastián o el de Nueva York- que escoge tan sólo 20 películas de todo el mundo para su exhibición - la cinta de Naranjo es un  frío y cuidadoso análisis de la violencia que aqueja al país.


Si bien a ultimas fechas, la violencia derivada de la delincuencia y el narcotráfico ha conseguido amplia resonancia en los medios de comunicación y en otros productos cinematográficos, como “El infierno” de Luis Estrada, “Miss Bala” se haya en el justo equilibrio entr
e el culto a los hechos que los noticiarios realizan y la caricatura que del narcotráfico hiciera Estrada.

La integración en la industria del cine mexicano de nuevos autores ha dado pie a filmes como el del guanajuatense, que con una modesta pero firme trayectoria, afirma: “Todos tenemos que revelarnos ante el miedo, ésta es mi manera de hacerlo.”

Y es que además del logrado trabajo narrativo y de edición que la cinta posee, el cuidado especial en componentes específicos de la construcción formal es evidente; los puntuales planos secuencias no hacen más que reafirmar la buena dirección de Naranjo.
Gerardo Naranjo en la FCPyS  

Los enconos de la violencia son mostrados con una cámara serena, cómplice que, a lo largo de casi dos horas, desarrolla una sensación de desorientación perpetua. Y es quizá ahí, donde reside la trascendencia de “Miss Bala”, su propio director declaraba: “es una película que no da muchas respuestas, sino todo lo contrario, hace preguntas de quienes somos y qué debemos hacer”.  Sí, sólo hay una certeza en el trabajo de Naranjo y esa es, hundir al espectador en un crisol de violencia en donde las dudas sobran.